Te cuento, muchos de mis estudiantes se quedaban después de clase llorando conmigo porque les daba mucha vergüenza hablar inglés, sufrían mucha frustración y bloqueos. Yo intentaba ayudarles, aunque no era ni psicóloga ni coach en ese momento, pero los entendía perfectamente porque yo me sentía súper identificada con ellos ya que cuando yo era estudiante de inglés, también me costó mucho comunicarme con fluidez y confianza (¡Se me quería salir el corazón de
los nervios!). Siempre supe que enseñar era mi pasión, sin embargo, la enseñanza del inglés como segundo idioma hizo nacer en mí una curiosidad muy grande por conocer y comprender las emociones de las personas, por lo que acompañar a otros a identificarlas, comprenderlas y gestionarlas para sentirse mejor y más seguros de sí mismos se convirtió en mi nuevo propósito. Para esto tenía que dejar mi país, mi trabajo y mi familia para viajar a España, formarme e innovar en una forma de ayudar a las personas que anhelaban hablar inglés pero no podían hacerlo por falta de seguridad.